Son argentinos, refugian a ucranianos en Polonia y sueñan con tener una casa para ayudarlos
Llegaron a Polonia hace 13 años por una vocación religiosa y nunca se imaginaron presenciar una guerra a pocos kilómetros. Hoy reciben refugiados en su pequeño departamento donde viven junto a sus dos hijos.
29 de marzo de 2022
Por Pamela Vargas
“Es difícil explicar una vocación a quien no la siente, porque nosotros sentimos esto como parte de una misión”, explica Noelia Giovanini al momento de contar el por qué de la decisión de migrar de la localidad bonaerense de Pehuajó hasta Varsovia, la capital de Polonia. En enero de 2009 con su esposo José y sus dos hijos, de dos y cinco años en ese momento, decidieron cambiar su vida por completo e instalarse en el viejo continente para estar al frente de la única iglesia hispana del lugar. Lo que no se imaginaron fue que, trece años más tarde, estarían albergando ciudadanos ucranianos que escapan de sus casas debido al conflicto bélico con Rusia.
Según datos de la agencia de refugiados de las Naciones Unidas hasta este 28 de marzo más de 3,8 millones de personas huyeron del país de Volodímir Zelenski. Polonia, se encuentra al oeste del país bombardeado y esto lo convierte en el principal lugar al que los ucranianos acuden para estar a salvo. Actualmente recibieron 2 millones de refugiados y la cifra va en aumento.
El trabajo de la pareja de argentinos con los refugiados
El 24 de febrero de 2022 la vida de Noelia y José dio un giro de 180° cuando una familia los llamó de Ucrania pidiendo auxilio para salir por los bombardeos provenientes de Rusia. “De repente eso nos despertó y comenzamos a buscar la manera de ayudar desde nuestro humilde hogar”, dice él, en diálogo con el equipo digital de Telenueve.
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Con ese panorama, estos argentinos entendieron que no se podían quedar de manos cruzadas. Solo una llamada basta para que José se acerque a la frontera y busque a las víctimas que salen con miedo y frío de su país. En casa los espera Noelia, lista para poder hacerlos sentir contenidos, con aperitivos calientes y mucho amor.
“Cuando los recibimos están traumatizados, no tienen ropa, necesitan de mucha ayuda”
Sus hijos no son la excepción, ya que también están dispuestos a compartir sus habitaciones con niños, hombres y mujeres desconocidos que huyen de la guerra. “Cuando los recibimos están traumatizados, no tienen ropa, necesitan de mucha ayuda”, relatan. Las historias con las que se encuentran son devastadoras. “Cada experiencia es dura y es triste ver el momento en el que se separan para ir a casas distintas porque lloran y se abrazan aunque solo hayan compartido el trayecto de salida de su país”, cuenta ella. Cabe remarcar que la asistencia de ellos no se limita a gente que comparte su misma fe; las puertas de su departamento están abiertas para todos.
Los Giovanini trabajan bajo una red de contactos con el objetivo de hacer llegar a muchos ucranianos a otros lugares de Europa. “Las personas están aprovechando toda esta situación para el tráfico humano y eso hace que algunos tengan terror de salir de Polonia y buscan las iglesias para sentirse a salvo”, revelan.
La adaptación de Noelia y José en Varsovia
Su llegada a Polonia no fue fácil, tuvieron que aprender de cero el idioma local y también instalarse en una sociedad muy distinta a la argentina con todo lo que implica tener dos niños en plena edad escolar. “Nos fuimos en verano de nuestro país y cuando llegamos acá estaba nevando. El panorama fue muy distinto”, dice José. “El argentino de la amistad hace un culto y aquí (en Varsovia) se expresa y se vive de una manera muy diferente. Eso hace que nos sintamos solos en ocasiones, pero se debe a lo cultural”, reflexiona Noelia, quien se fue de acá siendo trabajadora social, profesión que no pudo validar en donde reside actualmente. Ambos se ganan la vida dando clases de literatura argentina y lengua español en las escuelas secundarias.
Las cuestiones climáticas también tienen cierto protagonismo en la charla con los Giovanini, ya que destacan la intensidad del invierno que llega a 20 grados bajo cero, algo que creen que también repercute en que los polacos sean limitados a la hora de generar vínculos amistosos. “Los tiempos aquí son muy limitados, la gente trabaja muchísimas horas y además notamos que por cuestiones sociohistóricas, todo lo que no sea de origen polaco está bajo la lupa de la desconfianza hasta que logran abrir su corazón”, coinciden.
El sueño de alquilar una casa que funcione como refugio para las víctimas de la guerra
Aunque todo el mundo anhela que el conflicto termine pronto, la realidad indica que a este enfrentamiento, lastimosamente, le queda un tiempo más. Es por eso que Noelia y José piensan en la posibilidad de acceder a un terreno que funcione como centro de hospedaje para los ucranianos que huyen de su país natal.
“Es un desafío muy grande porque en Polonia ya casi no hay lugar que los pueda recibir y por eso muchos duermen en las estaciones de tren o en las calles”, cuenta José. “Necesitamos un sitio donde podamos tirar colchones porque no podemos hospedar a todos en nuestra casa y eso nos ayudaría también a organizar el trabajo”, suma ella.
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Uno de los principales inconvenientes con los que se encuentran a la hora de buscar una residencia es que el precio de los alquileres, debido a la guerra, se triplicó. “La gente para trabajar ahí ya la tenemos, la conexión con la frontera también, así que sabemos que los recursos van a ir llegando”, afirman optimistas.
Los Giovanini no piensan en volver a la Argentina a corto plazo. Todo lo contrario, saben que el panorama a futuro puede ser complejo pero sus esperanzas están puestas en la fe que viven y por eso ambos concuerdan casi sin mirarse que “no se van a ir hasta que los echen de Polonia” y seguirán ayudando a los que necesiten un hogar.